Por César Muñoz; narrador oral.
Experimentamos en la actualidad un resurgir de prácticas culturales importantes a analizar. Las manifestaciones populares parecen adquirir más espacios y mayor acogida en nuestra sociedad. Nuevas prácticas sociales se ponen en movimiento con la energía de nuevas generaciones que comienzan a valorar aspectos culturales fundamentales e identitarios, donde la tradición y en particular la tradición de los cuentos y el hecho de contar historias, se instala como un elemento esencial a recuperar, difundir y transmitir.
Podemos hablar entonces del resurgir de los cuentos y por añadidura mencionar también, el resurgir de narradores o cuentacuentos en Chile, que paso a paso comienzan a transitar por los senderos de la oralidad, reviviendo el imaginario colectivo y el patrimonio intangible a través de a una renovada expresión artística llamada: “El arte de contar”.
Sin duda, y más allá de sus fines artísticos o didácticos, dicho arte interactúa en múltiples direcciones relacionadas generalmente a la entretención, al rescate patrimonial y a la educación. Su vinculación inmediata al mundo educativo la observamos en la integración dentro de las bibliotecas públicas y en el contexto escolar, espacios donde el hecho de contar cuentos parece cobra mayor sentido.
Vivimos en una época donde la falta de sentido se agudiza y quienes estamos a cargo de acompañar a las nuevas generaciones; familias, profesores y educadores pareciéramos no tener las herramientas necesarias para cambiar dicha realidad. Pues bien, contar cuentos es uno de los caminos con más sentido, ya que implica volver al centro, mirarnos a los ojos, escuchar las palabras sabias y apreciar la belleza del lenguaje, convirtiéndose en un acto mágico de transformación.
Reunidos en el espacio circular donde el cuento vive en la voz del narrador y en los oídos de quienes escuchan, los cuentos nos proponen acercarnos al centro, a lo primordial, a comprender un sistema de códigos comunes relacionados con nuestra forma de pensar y actuar. Explicar por ejemplo a través de un mito la creación del universo, advertir del peligro de un lugar por medio de una leyenda o transmitir un valor al adentrase en el camino de un cuento maravilloso, es alumbrar las oscuridad de nuestro mundo interno, sobre todo en los primeros años de desarrollo (la niñez), sin mencionar los beneficios educativos más específicos como la expansión del lenguaje o el desarrollo emotivo e intelectual entre otros.
Abundante es la fuente de la tradición oral y escrita de donde nutrirse, variadas son las formas de contar y diversos son los elementos que podemos incorporar en un cuento para enriquecerlo y fomentar así su recepción, pensando en llegar de manera adecuada a niños y niñas o quienes escuchan en general. La gestualidad o el uso de instrumentos musicales, de títeres, marionetas o el kamishibai, son objetos que potencian una narración y otorgan belleza en su totalidad.
Citando al kamishibai técnica japonesa, como objeto colaborador en la performance narrativa de un cuento, observamos como este material concentra la energía de un relato por su forma y su fondo, al ser un teatro ilustrado centra la atención del público en el juego lúdico de lo triangular: “imagen, palabra, imagen”. Pues el cuentacuentos, puede apoyar su palabra en la imagen o viceversa, apoyar la imagen con la palabra. Entender esta dinámica, permitiría incrementar las posibilidades de tan original material que en contexto escolar entregaría un valor agregado al acto narrativo.
Preciso se hace entonces, cultivar la tradición oral, promover la capacitación adecuada en el área, abrir más espacios para los cuentos, profundizar en su importancia y valorar efectivamente ante la sociedad la narración oral, como una expresión artística esencial en el desarrollo humano y en la conservación del patrimonio inmaterial de la humanidad.
