Columna: La interculturalidad y las miradas silenciadas – Planeta Sostenible

Columna: La interculturalidad y las miradas silenciadas

En una nueva columna, la Dra. Elba Soto, postdoctora en Lingüística (Universidade Estadual de Campinas/UNICAMP, Brasil) con foco en Análisis de Discurso, Doctora en Educación (UNICAMP) y Magister en Desarrollo Rural (Universidade Federal de Santa Maria, Brasil), da una mirada a la interculturalidad y el modo en que las minorías son silenciadas dentro de las estructuras de un país.


Desde finales del siglo XX, la comprensión de muchos hechos pretéritos que hacen parte de nuestras historias ciudadanas se ha ampliado significativamente. Por ende, hay un reconocimiento diríamos incipiente de que en nuestros países existen “historias” –y no una sola historia– y poco a poco se va aceptando que son ellas en su complejidad y con sus contradicciones las que sustentan nuestra capacidad de comprensión de la realidad: como sujetos, comunidades y países; lo que debería relegar al pasado el discurso que dominaba las comprensiones de antaño prácticamente sin discusión, referido a nuestra historia como siendo una sola.

No obstante, esa forma “dirigida” de comprender la realidad no solo persiste, sino que aun se impone y por tanto está vigente en la forma en que mayoritariamente desde los estados y sus instituciones se adquieren las comprensiones básicas que se reflejan en la forma en que se establecen las relaciones sociales e institucionales y, obviamente, también en las lógicas que sustentan los proyectos de las naciones.

Esa forma “dirigida” de entender la realidad es el modelo de comprensión que se impone, el molde necesario, la base para explicar y justificar la conformación, “evolución” y “desarrollo” de las naciones que conforman el planeta. Modelo o paradigma que mantiene su hegemonía pero que, desde la conjugación de un cúmulo de otras miradas que han emergido desde los más variados intersticios de la historia reciente –en la medida en que como ciudadanos planetarios buscamos comprendernos y comprender nuestras historias y el cosmos de manera más profunda–, hoy presenta verdaderas grietas que nos exigen entender esas otras miradas –aparentemente nuevas, dada su reciente visibilización–, miradas que por mucho tiempo permanecieron ignoradas y/o no fueron vehiculadas más allá de los espacios en que se originaron y en consecuencia, aun existiendo, dado que eran “voces sin voz”, no tenían sentido para las sociedades y los estados que nunca las escucharon, o sea que no las conocieron y por tanto no las podían entender.

Miradas negadas, condenadas al silencio, que al no ser dichas porque no pueden ser dichas fuera de las comunidades que las defienden, porque dan lugar a discursividades prohibidas o contenidas; consecuentemente, no tienen sentido para quienes no son parte de esas comunidades y por tanto no significan nada para esos otros. O sea, no tienen espacio en el decir –digamos que ni pueden ser comunicadas mínimamente a través de los medios de comunicación locales y/o nacionales– y por ende, no pueden significar, no pueden ser entendidas fuera de los lugares donde se originan.

Debemos recordar que en América y específicamente en Chile son las luchas de los pueblos y naciones indígenas invisibilizadas o silenciadas durante siglos, las que finalmente en el siglo XX colocan en relieve la presencia de sujetos otros (que hoy llamamos diversidad u otredad) y visibilizan sus historias y comprensiones de la historia, lo que por mucho tiempo no tuvo un espacio mínimo de discusión; pues en Chile –y en muchos otros países– el reconocimiento de diferentes, como los “indígenas”, desafiaba y desafía a la historia oficial y única y a la Constitución de la República. Pues históricamente la base de la Constitución chilena ha estado en la homogenización de los individuos que constituyen este país (cuando decreta que todos los ciudadanos chilenos son iguales) y en el reconocimiento del castellano como el único idioma oficial de la nación chilena (y por tanto el único idioma que sustenta la educación en el país); cuestiones que hoy en día han dado lugar a amplias y complejas discusiones y, aunque de forma incipiente, por lo menos a nivel local han provocado cambios que podríamos catalogar de revolucionarios, como fue el reconocimiento de la Lengua Mapuche o Mapuzugun como lengua oficial (junto al castellano), por primera vez en la comuna de Galvarino, en el año 2014.

Para muchos ese hecho puede parecer algo poco trascendente o aislado, no obstante para aquellos mapuche que han demandado durante siglos la continuidad de su filosofía y su cultura y el derecho a educar a sus hijos en su lengua es un resultado histórico, aunque es difícil que la sociedad chilena valore ese hecho como un hito que aporta para pensar el país como un espacio de convivencia intercultural. Por otro lado, ese hito también es una evidencia de que estamos en un momento crucial y crítico de la historia planetaria, donde se comienza a visibilizar antiguos procesos colectivos que modifican la forma de comprender de instituciones y ciudadanos que antes eran distantes de esas realidades, dando paso a cambios que auguran un futuro más humano y solidario para nosotros mismos y para las próximas generaciones.

En este contexto particular de nuestra historia planetaria, si queremos avanzar hacia la interculturalidad de manera efectiva, es necesario re-significar o dar nuevos significados a la forma en que comprendemos la realidad y también re-significar los conceptos que sustentan esas comprensiones, comenzando por el propio concepto interculturalidad; pero además, entre otras cosas, las historias que hasta ahora han sido silenciadas y que también nos constituyen como país y como ciudadanos deben estar presentes, tejiendo redes de re-significaciones, redes de nuevas formas de dar significado a nuestras trayectorias y proyectos ciudadanos. Pues todas nuestras historias juegan un papel trascendente e insustituible para comprender nuestras realidades complejas, que hoy en día, casi sin excepción, tocan situaciones de diversidad cultural, lo que debiera dar lugar a procesos socio-históricos interculturales amparados por sistemas democráticos complejos.

Comparte Planeta Sostenible

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *