La lucha contra “el cuarteto malvado” – Planeta Sostenible

La lucha contra “el cuarteto malvado”

Chile tiene cerca de 4.329 km de longitud, una costa de más de 8.000 km, climas diametralmente opuestos en el norte y en el sur, y una topografía que se mueve entre el nivel del mar y montañas que superan, en algunos, casos los 6.000 metros. Estás características confieren al país una diversidad ambiental y biológica que pocos países pueden jactarse de tener. Pero ¿está suficientemente protegida? Conversamos con el Doctor Leonardo D. Fernández, biólogo marino y especialista en Biodiversidad y Ecosistemas.

dr_fernandezwebLeonardo Fernández es Doctor en Ecología y Evolución de la Université de Neuchâtel (Suiza) y Doctor en Sistemática y Biodiversidad de la Universidad de Concepción (Chile). Además es miembro del Centro en Estudios de Biodiversidad y editor en jefe de la revista científica Biodiversity and Natural History. Con años de investigación en el cuerpo, el Doctor Fernández se ha enfocado en determinar los patrones y las causas que producen y mantienen la diversidad biológica a diferentes escalas espaciales. Para lograrlo utiliza aproximaciones ecológicas, biogeográficas y genéticas.

Desde esa perspectiva comienza estableciendo un punto: “No hago una comparación entre países. No creo que sea relevante compararnos, sino ver dónde estamos y hacia dónde vamos”. En esa línea comenta que a su juicio, Chile es un país en vías de desarrollo y no un país desarrollado porque (entre otras cosas) no prioriza la investigación y el desarrollo de tecnología propia. “De hecho, tiene una economía que depende casi exclusivamente de la extracción y exportación de materia prima; “commodities” que después son utilizados por otros países para crear tecnología o productos con valor agregado que nosotros compramos. Un negocio redondo que a todas luces no es rentable para nosotros”, explica.

Esto considerando que dentro de Chile existe un área importante que está calificada como un “hotspot” (punto caliente) de diversidad biológica. Una definición que se da a áreas ricas en organismos únicos o endémicos, que a la vez están gravemente sobreexplotadas, destruidas y fragmentadas.

En nuestro país, especifica el Doctor Fernández, esta área se distribuye mayoritariamente entre los 25° y 47° S, e incluye un área costera entre los 19° y los 25° S. “Si consideramos que Chile se distribuye aproximadamente entre los 17° 30’ (Arica) y los 56° S (Cabo de Hornos), es fácil concluir que una parte significativa de nuestro país acoge una diversidad biológica que es única en el mundo, pero que está peligrosamente amenazada debido a la pérdida de la condición original de sus hábitats”, comenta.

Si bien actualmente se preserva el 20% del territorio nacional en la forma de áreas naturales protegidas, el especialista agrega que la mayor parte de ellas están concentradas en el sur del país, “dejando las áreas centro y norte más expuestas a los peligros del denominado “cuarteto malvado” conformado por la sobreexplotación y el comercio ilegal de especies amenazadas, la destrucción de hábitat y su fragmentación, las invasiones biológicas por especies introducidas y las cadenas de extinciones”.

Sin embargo, también considera que se está tratando de avanzar a nivel de Gobierno. Por ejemplo con la aprobación del proyecto de ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

No obstante, hay algunos temas que solucionar en esta propuesta, las que según el Dr. Fernández requieren ser abiertamente discutidas y subsanadas: “Por ejemplo, este proyecto de ley propone delegar la responsabilidad de proteger la biodiversidad y ecosistemas sensibles del país a las áreas protegidas privadas (espacios naturales protegidos de dominio privado). No obstante, muy pocas áreas protegidas privadas podrían cumplir en el largo plazo los dos requisitos que se requieren para considerar un ecosistema como protegido: la perpetuidad de sus objetivos de preservación y/o un tamaño mínimo que posibilite la autosustentación de sus procesos ecológicos”.

Ahora bien, ¿cómo combinar un buen cuidado de la biodiversidad con el crecimiento económico? A juicio del experto, si bien es un tema que lleva años en discusión, la conclusión siempre ha sido que no puede haber crecimiento económico sin la destrucción del ambiente. “No al menos a la tasa de crecimiento exponencial que exhibe el modelo económico global actual”, asegura, aunque agrega que sí es posible aminorar el efecto destructivo a través, por ejemplo, de la creación y mantención de áreas naturales protegidas que sean intocables y lo suficientemente grandes como para mantener de forma autosustentable procesos ecosistémicos imprescindibles, “tales como la formación y almacenamiento de materia orgánica, la formación de oxígeno, el ciclo del agua, el ciclo de nutrientes, la creación y asimilación del suelo y la neutralización de desechos tóxicos, entre otros”.

Otra forma de reducir las consecuencias negativas que se asocian a la explotación del ambiente está vinculada hacia el uso sustentable de los recursos. “Para esto es necesario desarrollar leyes sin vacíos legales y estrategias de manejo que permitan la extracción, pero también la recuperación de los recursos naturales. Por otra parte, para que este sistema funcione, se requiere de un buen sistema de fiscalización (…) Sin fiscalización no hay ley que valga”, manifiesta.

Además está el tema de la educación, que jugaría en este escenario un rol importante en la inculcación del cuidado y del uso responsable de la biodiversidad. El Dr. Fernández suma, además del aula, el rol de la familia, la televisión, internet o la radio: “En este contexto, los científicos también tenemos que hacer un mea culpa y comenzar a participar activamente en la difusión y concientización de qué es y por qué es importante la diversidad biológica”.
Finalmente, y volviendo al punto inicial del desarrollo, ¿cómo lograr una economía nacional que vaya más allá de la extracción de los recursos naturales? El Doctor Leonardo Fernández cree que uno de los obstáculos que limitan la investigación y, en consecuencia, la generación de tecnología y de productos con valor agregado es, justamente, la falta de interacción entre los actores científicos, empresariales y gubernamentales.

“Las empresas y el gobierno están interesados en invertir en investigación y productos de valor agregado siempre y cuando los resultados sean tangibles en el corto plazo. El problema es que los resultados de una investigación que apunta al desarrollo de tecnología y de productos con valor agregado son casi siempre visibles a largo plazo”, afirma y concluye: “Si lográramos torcer la mano a esta tendencia, estoy convencido de que podríamos dejar de sobreexplotar nuestros recursos naturales, porque la economía de Chile dejaría de depender exclusivamente de la exportación de materia prima”.

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