Frente a un problema en aumento, como lo es el Calentamiento Global generado principalmente por los gases de efecto invernadero, se hace necesario buscar sistemas de funcionamiento más sustentables. Una búsqueda que además de ayudar al cuidado del medio ambiente, puede también traer perspectivas de vida más amables y conectadas. Así lo ha comprobado, luego de años de implementarlo, el ingeniero agrónomo y permacultor urbano Álvaro Pumarino.
Acuñado por primera vez en 1978 por los australianos Bill Mollison y David Holmgren, el término “Permacultura” se refiere a un sistema de principios que incluye varias aristas, desde agricultura, sociología, política y economía, buscando crear un diseño basado en los patrones y las características del ecosistema natural. En Chile existen diversas entidades y grupos que buscan lograr, a través de la permacultura, formas de desarrollo más sustentables. Una de esas personas, quien además fue uno de los primeros en insertar el término en el país, es el ingeniero agrónomo Álvaro Pumarino.
Permacultor urbano e impulsor del concepto de Ecobarrio en Chile, Álvaro Pumarino tiene una amplia trayectoria en el área, siendo por ejemplo socio fundador en las ONG Plantabanda y Red de Agricultura Urbana – RAU. Un proceso que, confiesa, ha sido bastante autodidacta.
“Desde siempre en el jardín de mi casa hubo frutales, plantas medicinales y flora nativa”, recuerda Pumarino. Un punto clave además ocurrió en 1989, cuando siendo estudiante de agronomía fue a conocer la parcela agroecológica del CET de Colina. “De inmediato hice en mi jardín una compostera y un bancal alto de hortalizas. Con los años y mucha observación hice experimentos con nuevos diseños propios en las formas de cultivar y relacionar el todo”, comenta y agrega que a esto le sumó lectura de revistas de permacultura, notas de internet incipientes de los años 90s, y del libro de Bill Mollison.
“Para que el concepto funcione, debe ser un barrio a escala humana”, especifica Pumarino. Para eso, señala, ayuda que sea mixto, con viviendas, comercio local, centros educativos, instituciones público o privadas, deportivas, culturales, artísticas, espacios públicos y áreas verdes. “Para que funcione realmente se requiere el aplicar el sentido de comunidad utilizando la flor de la permacultura descrita por David Holgrem, avanzando en forma de espiral estos siete pétalos”, comenta.
Una forma de vida que es aplicable a toda escala, partiendo por las personas en sus hogares y que requiere un primer paso muy importante, afirma el experto: Partir en la acción, no más discursos. “Lo segundo es hacer acciones concretas de a poco que día a día, mes a mes y temporada a temporada vaya transformando en un estilo de vida”, asegura. Acciones como reciclar lo orgánico de los residuos no orgánicos, que se logran con una lombricultura urbana. También ideas como tener un huerto en menos de tres m2 en un balcón o un huerto jardín en 300 ó 1000 m2.
Si bien existe mucho material teórico sobre el tema, y a juicio de Álvaro Pumarino, el concepto se permacultura ha sido integrado por algunos grupos en Chile, considera que como país estamos muy lejos de que forme parte del día a día: “Se usan conceptos de resiliencia, cambio climático, sustentabilidad o sostenibilidad como palabras de moda, usando los mismos esquemas del siglo pasado bajo las mismas estructuras de decisión. El ser permacultor no se valoriza por su contribución, hay mucha copia de sus logros pasados y no se tiene la visión de que puede ser parte de la solución de problemas del presente y del futuro”.
Una manera concreta de visualizar una ciudad desde la permacultura, por ejemplo, sería según explica el experto analizando la cuenca del gran Santiago. Si vamos de lo grande a lo pequeño, dividiendo la cuenca bajo una mirada bioregional con sectores geográficos y culturales que se entrecruzan, hasta llegar a los ecobarrios y finalmente la célula básica llamada vivienda o departamento. Luego de lo más básico como un huerto orgánico individual pasamos a una sumatoria de huertos en red o de huertos comunitarios, huertos-jardines en el espacio público y corredores biológicos interconectados por toda la ciudad.
Otro ejemplo es el agua. “¿Es Santiago resiliente a la disposición de agua, solo porque la empresa de agua potable avisa que hay un corte programado debido a la turbiedad del Río Maipo?”, se pregunta Pumarino y continúa: “Supongamos que se soluciona el manejo de la cuenca de los ríos en la precordillera. Ayuda, pero no basta. La tecnología para ahorro del agua (como riego por goteo, difusores para la ducha o ahorro en la descarga del wc) también ayuda. Pero lo importante es generar leyes e incentivos económicos que permitan la introducción del tratamiento de aguas grises en los patios o jardines de viviendas y edificios. También baños secos”.
Por otro lado, la permacultura ayuda a generar cambios de tipo social, por ejemplo en un Ecobarrio, utilizando los huertos urbanos comunitarios manejados en forma agroecológica, para que los vecinos se conozcan, haya inclusión social e intergeneracional. “Traer los ritmos de la naturaleza a la ciudad mejora el estado mental de las personas, disminuye la agresividad y desconfianza, aumenta la belleza escénica del barrio y se valorizan las propiedades. Incluso la disminución de los delitos se ha medido en barrios peligrosos en otros países”, concluye.