¿Qué tienen en común dos chimpancés que se ríen alegremente, un perrito aburrido, otro decepcionado, un gatito triste y otro asustado? Todos nos muestran emociones, las que están presentes a lo largo de nuestras vidas, pero no siempre sabemos reconocerlas. Los animales, particularmente los mamíferos, despiertan mucho interés en el mundo infantil: los niños quieren verlos, acercarse a ellos, aprender sus nombres, conocer cómo y dónde viven. Es justamente a través de este interés por los animales que intentamos introducir a niños y niñas en este misterioso mundo de las emociones, presentándoselas por medio de fotografías y textos breves que permiten construir una pequeña historia, echar a volar la imaginación, ayudándoles a reconocer las emociones que sienten y a comprender en qué tipo de situaciones eso ocurre.
Las emociones están presentes en nuestras vidas desde que nacemos, sin embargo, no siempre sabemos sacarlas a la luz para reconocerlas, procesarlas y, en definitiva, aprender a vivir con ellas. En los niños más pequeños se expresan claramente las emociones básicas y en la medida que crecen van surgiendo distintas mezclas de estas. Dependiendo del período de la vida o de las circunstancias, se manifiestan con mayor o menor intensidad, envolviéndonos, confundiéndonos, arrastrándonos a veces, pero por sobre todo salpimentando nuestra existencia. Reconocerlas y trabajarlas nos ayuda a conocernos mejor a nosotros y a quienes nos rodean, nos permite comunicarnos de manera más asertiva, nos ayuda a poner límites y también a empatizar con las emociones de los otros.
Distintos hechos que ocurren en el entorno pueden despertar diferentes emociones en las personas: hay cosas que a una persona la alegran y la hacen reír a carcajadas, mientras a otras no les genera ni una pálida sonrisa. Sin embargo, durante esta pandemia inesperada, prolongada, con impactos profundos en distintos ámbitos de la vida privada y de la sociedad en su conjunto, hay algo que hemos vivido todos transversalmente: la incertidumbre cotidiana. No podemos planificar qué haremos el próximo fin de semana, menos aún las vacaciones; no sabemos si durante los próximos días podremos llevar a los niños a la plaza, ni tampoco cuándo volverán al colegio. Estamos viviendo un verdadero terremoto anímico, aumentado en el caso de los pequeños por la falta de interacción con sus pares, por el encierro y la falta de movimiento, por la sobreexposición a las pantallas, por adultos que están físicamente presentes, pero en la práctica ausentes por estar conectados a sus propias pantallas laborales. Niños y niñas se aburren, están tristes, tienen miedo, se decepcionan, se frustran, les da rabia.
¿Cómo ayudar a niños y niñas en este ineludible contexto? El Emocionario animal es una invitación a los adultos a acompañar a los pequeños en el reconocimiento de sus propias emociones y a aprender que ellas pueden ser fuente de autoconocimiento y de un profundo desarrollo integral de la persona, en tiempos “normales”, pero especialmente en tiempos de crisis. En las páginas finales se dan algunos elementos para entender un poco más las emociones abordadas en el libro, y en algunos casos se incluyen observaciones provenientes del trabajo con infantes.
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