Luego de años de trabajo para organismos internacionales y proyectos en su país natal, India, Ajay Rastogi condensó parte de sus aprendizajes en una filosofía que tiene su base en la contemplación de la Naturaleza. Un enfoque que postula a una conexión profunda con uno mismo y su entorno, y que podría generar grandes cambios si se aplicara, al menos en parte, al sistema educacional actual. Conversamos un poco más con el maestro hindú para conocer su punto de vista.
La experiencia estética de la Naturaleza como una oportunidad para rejuvenecer la conexión innata del ser humano con lo natural. Este es el primer paso que plantea Ajay Rastogi, Director y miembro fundador de la Fundación para la Contemplación de la Naturaleza, entidad de alcance internacional que tiene su sede en la villa Majkhali, dentro de los Himalayas indios. Un primer paso que parece sencillo, pero no lo es tanto. Menos aún en un mundo alejado de la naturaleza primaria, con necesidades creadas por el mismo ser humano y donde el tiempo es un bien cada vez más escaso.
En su tesis para optar al título de Master en Ética Aplicada, en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Utrecht, Holanda, en 2008, Ajay Rastogi plantea las bases de la filosofía que lo llevaría a crear la Fundación. Ahí establece que las sensaciones agradables y el surgimiento de emociones sutiles nos ayudan a satisfacer necesidades emocionales inconscientes y a liberarnos del estrés subyacente de la vida cotidiana. Esto lleva a un estado de profunda relajación y paz interior.
Con una formación profesional en el campo de la ética aplicada, las ciencias medioambientales y la agricultura, y luego de más de dos décadas trabajando en la Organización Regional Intergubernamental, coordinando trabajo de campo y proyectos de las Naciones Unidas, Rastorgi ganó una fuerte experiencia intentando integrar comercio, medio ambiente y ética.
Resultado concreto de estos aprendizajes fue la creación de la Fundación para la Contemplación de la Naturaleza. Esta ruta lo llevó también a ser reconocido nacional e internacionalmente, recibiendo premios como el South Asia Youth Leaders en 1990; recibir la Beca Erasmus Mundus European en Ética Aplicada y el Premio Nehru-Fulbright Environmental Leadership for Contemplative Education. Incluso lo trajo a Chile en mayo de 2013, invitado por PLANETA SOSTENIBLE para dar un breve taller sobre espiritualidad y el medio ambiente en Centro Patrimonial Recoleta Dominica.
“El respeto por la naturaleza junto con el respeto por uno mismo crea una fuerte motivación moral por actuar de manera consistente, remodelando así nuestras actitudes y comportamientos de una manera significativa”, afirma Ajay Rastogi. Un camino aparentemente simple, pero ignorado hoy en día en la mayoría de las instituciones, especialmente, a juicio de Rastorgi, en el ámbito de la educación.
Las restricciones de la educación actual
Al dar una mirada al sistema educacional moderno, lamenta la creciente importancia que se le da al aprendizaje cognitivo, al tiempo que se reduce la interacción real dentro de la sociedad. El problema de esto, explica, es que estamos aprendiendo a través de diversos medios, en lugar de las experiencias reales compartidas por las generaciones anteriores. “De este modo, muchos de los contenidos son intelectuales o simplemente información, en lugar de tocar nuestros corazones o generar sentimientos. Esto genera personas centradas en sí mismos, con muy poca empatía por la sociedad o la comunidad”, asegura.
A juicio de Rastogi, actualmente los niños y niñas ocupan cada vez menos tiempo en actividades puertas afuera, incluso en sitios donde hay buenos parques. En lugar de salir a jugar prefieren ocupar su tiempo de juegos en sus computadoras, smartphones y videojuegos. Esto hace que pierdan un valioso espacio de aprendizaje: “No es solo acerca del ejercicio físico o trabajo en equipo. La naturaleza nos afecta de manera muy profunda, fisiológica y psicológicamente”.
¿Cuál sería entonces la solución a este problema? Una salida es re establecer la dignidad del trabajo físico. Que los más pequeños ayudaran en las casas, en el campo o con el vecindario, quizás limpiando, manteniendo los jardines, espacios comunitarios y trabajando con algunas plantas. Ajay Rastorgi comenta que “el sentido del trabajo físico se ha ido gradualmente reduciendo para los niños y su importancia ha sido reemplazada solo por horas más largas de estudio. Como resultado, carecen de habilidades para la vida cuando crecen, las que son esenciales para una crianza equilibrada”.
De acuerdo a la mirada del creador de la Fundación de la Contemplación de la Naturaleza, retomar el trabajo físico tiene dos beneficios principales. El primero es comprender el esfuerzo que toma hacer algo, algo que solo podemos entender haciéndolo nosotros mismos “Creo firmemente es que en el currículum de las escuelas, deberíamos tratar de incluir actividades que vayan más allá del aprendizaje intelectual, aprender usando las manos. Tiene que integrarse la participación del corazón y las manos”.
Un segundo punto con respecto al trabajo físico es que la conexión con el corazón, asegura, nos da un poco de balance y además nos entrega lo que se conoce como mindfulness, o la facultad de la atención plena, conciencia pura.
“Muy a menudo somos incapaces de mantenernos conectados con el momento presente. Hay una evidencia creciente en el desorden de déficit atencional en los niños, lo que significa que son incapaces de enfocarse en un tema particular por un rato, lo cual afecta su rendimiento y creatividad. Pero los escenarios naturales nos llaman de regreso al momento presente. Si ves un pájaro, comienzas a apreciar sus colores, cómo vuela, cómo come. Si un niño comienza a hacerse cargo de plantas o animales, comienza también a revivir hacia dentro, a estar en el momento, a entrar en la conciencia plena”, argumenta Rastorgi.
Abrir los corazones y actuar
Por otro lado, esta desconexión con la naturaleza en el mundo actual, tiene como resultado la muerte gradual de la curiosidad. “La información entregada por los medios a menudo nos dirige a creer en ciertos patrones, especialmente mensajes emanados desde la perspectiva del consumo”, afirma.
Además, la fuerte dependencia de las soluciones tecnológicas, continúa, nos está guiando hacia una uniformidad y predictibilidad, deprimiéndonos cuando las cosas no funcionan según lo planeado. Esta forma de ver las cosas nos hace incapaces de lidiar con las incertidumbres y complejidades de la vida: “El encanto de hacer y aprender algo con paciencia, aplicando la curiosidad natural, ha sido reducido solo a logros económicos. Existe una tendencia a ganar cosas para tener una vida lujosa, algo que hace que sicológicamente nos sintamos más ansiosos e inseguros. ¡Así que por supuesto hay muy poco espacio para la curiosidad!”
El problema de fondo, según lo que ha podido observar este pensador hindú, es que no nos estamos escuchando profundamente a nosotros mismos, por consiguiente lo que pensamos y lo que hacemos se convierten en cosas muy diferentes. “La integridad de pensamiento, palabra y acción está en un rápido declive”, asegura y lo ejemplifica con la idea de una receta de cocina maravillosa, la cual no es suficiente para tener una comida deliciosa, que requiere un montón de acciones y una “obra de amor”.
Frente a esto, Ajay Rastogi concluye haciendo un llamado: “Realmente necesitamos actuar, y para ser capaces de hacerlo tenemos primero que dejar atrás las zonas de comodidad. Necesitamos ser curiosos, abiertos, con nuestros corazones, con nuestra mente, y todas esas son cualidades que han sido restringidas en la educación. El mundo natural tiene una capacidad de sanación enorme, porque la Naturaleza está finalmente muy cerca del equilibrio, es armonía. Una conexión profunda con ella nos guiará a una conexión profunda con nosotros mismos: La naturaleza externa es naturaleza interna”.