Autor de decenas de libros, ingeniero civil industrial y colaborador en temáticas ambientales de las Naciones Unidas, el escritor chileno Bartolomé Leal logró aunar dos importantes aspectos de su propia vida en un libro: Historias del Muñeco Vudú, donde decanta su afición por el relato, con una descripción cercana y desmitificadora de uno de los países más ricos en términos culturales de América: Haití.
Nacido en Santiago de Chile como José Enrique Leal Rodríguez, Bartolomé Leal se ha hecho conocido en el ámbito de la literatura como un exitoso autor de novela policial y negra, además de ejercer como crítico de cine, columnista de periódicos y revistas en Bolivia y Chile. Sin embargo, quizás pocos conocen su lado profesional como ingeniero civil industrial de la Universidad de Chile (1969) con un Diploma de Estudios Superiores (DEES) en Economía del Desarrollo en la Universidad de París, Panthéon-Sorbonne (1978), que lo ha llevado a desarrollar un camino como colaborador de las Naciones Unidas y de diversos organismos internacionales como consultor en temas ambientales.
Gracias a este ámbito de su trabajo, ha residido en Francia, España, Kenia, Bolivia, Kosovo, Panamá, México y ha hecho varios viajes por América Latina, el Caribe (Haití), Asia y Europa. Justamente en Historias del Muñeco Vudú, Bartolomé Leal aúna estos dos aspectos de su vida: la literatura y sus misiones como colaborador de las Naciones Unidas en el ámbito de la gestión ambiental.
Para el autor, este libro fue la respuesta a un desafío, ligado fundamentalmente a un esfuerzo conjunto con Editorial Planeta Sostenible. En Historias del Muñeco Vudú, el autor afirma que volcó no sólo su experiencia en la isla sino que también sus recursos de narrador (ver recuadro al final). “En el libro hay relatos fantásticos y policiales, ensayos desarrollados como cuentos, diálogos entre un muñeco y un niño que van enlazando las historias, referencias a la mitología vudú a través de las ilustraciones (unas figuras sagradas llamadas vevés), en fin, todo un repertorio de enfoques narrativos que se enlazan con un propósito finalmente pedagógico: dar a conocer lo valioso de Haití, no solamente sus desdichas”, explica.
La riqueza del país caribeño
La cercanía de Leal con Haití fue producto de un trabajo de cinco años como parte del apoyo de cooperación internacional de las Naciones Unidas en el país caribeño. Ahí se enfocó principalmente a dos temas: medio ambiente y desastres naturales, considerando que los mayores problemas que enfrenta Haití están en la línea de la deforestación, la degradación de las cuencas y la contaminación del suelo (basuras).
Durante su estadía en el país caribeño pudo acercarse a algunos de los mejores exponentes de la cultura haitiana, además de recorrer el país en toda su extensión. Fue entonces que quedó maravillado con sus riquezas. “Sobre todo la originalidad de su contribución a la cultura latinoamericana, concretamente en dos aspectos: la creación de un lenguaje propio, el creole, que empezó como una forma degradada del francés para adquirir una personalidad propia; y la religión vudú, una fe sincrética que aúna las viejas religiones africanas traídas por los esclavos y la religión cristiana”, comenta.
A su juicio, ambos elementos fueron fundamentales en la lucha del pueblo haitiano contra la dominación francesa y para la unión de los esclavos para su liberación del yugo colonial. Esto cobra especial importancia al recordar que Haití fue la primera nación americana, después de los Estados Unidos, en conseguir su independencia en 1804.
Bartolomé destaca además otros elementos que le llamaron la atención durante su estadía en el país, como la comida (“original y deliciosa”), la música religiosa y popular, la literatura, la pintura naïf, los árboles sagrados, el ron, entre otras muchas cosas.
En términos de idiosincrasia, Leal destaca el humor que tienen para hacer frente a la adversidad, lo que se refleja sobre todo en los jóvenes artistas. También tuvo la oportunidad de descubrir aspectos poco conocidos, como un cine reducido aunque interesante (“sobre todo la obra de Arnold Antonin, un gran documentalista”, acota), el cultivo del bolero cantado en francés, el café y el tabaco naturales, un par de autores que trabajan el género negro. “Acá menciono un nombre que a mi juicio está entre lo mejor del neopolicial latinoamericano: Gary Victor”, agrega.
Pero como en todo ámbito de cosas, existen varios aspectos que ensombrecen a Haití. “Hay que reconocer que el país se halla dominado por una élite cerrada, que no se comporta precisamente de manera solidaria con los más pobres; que es la causa principal de la continua inestabilidad política que viven, porque aparte de los embates de los desastres y de la falta de desarrollo, se lo pasan de crisis en crisis entre el gobierno, el parlamento y los demás núcleos de poder. Por eso hay continuos estallidos de violencia”, reseña.
De este modo, aunando su propia experiencia al ahondar en un país escondido en un manto de prejuicios y dueño de una cultura única, Bartolomé Leal se abocó a la tarea de capturar este imaginario para convertirlo en un libro enfocado a jóvenes (de edad y espíritu). Haciendo gala de paso de lo que más le gusta hacer. “Lo mío es escribir. Ser famoso no está entre mis prioridades (…) El sueño de la razón produce monstruos, afirmaba Goya. Por ahí van mis motivos: no quiero que me sepulten con esos monstruos, prefiero dejarlos sueltos en este mundo”, concluye Bartolomé Leal.
Un poco más sobre Bartolomé Leal
Bartolomé Leal afirma que, como tantos otros escritores, él también ha sido influenciado por sus lecturas, sintiéndose particularmente atraído en sus inicios por la llamada “novela picaresca” del siglo de oro español, como El Lazarillo de Tormes, “ese tipo de narración desenfadada, libertaria, a menudo inmoral, escrita a veces por plumarios espontáneos y semianalfabetos, que cuenta las historias de gentes sencillas, explotadas y maltratadas aunque con humor e inocencia”, explica.
Luego le seguirían otros géneros literarios, como la novela policial, el cuento de horror y la ciencia-ficción. Es así como está detrás de 25 libros publicados y una amplia gama de autorías donde destacan Linchamiento de negro (novela, Santiago 1994 – traducida al inglés), Morir en La Paz (novela, Barcelona 2003; Cochabamba 2012 – traducida al alemán), En el Cusco el Rey (novela, Nuevo Milenio, Cochabamba 2007; Espora Ediciones, Santiago 2013), El caso del rinoceronte deprimido (novela corta, Nuevo Milenio, Cochabamba 2009), Pequeñas muertes negras (cuentos, Mosquito, Santiago 2009), Memorias de un asesino en serie (folletín, Cochabamba 2012), Historias del muñeco vudú (Planeta Sostenible 2013) y El arte de la parábola (minicuentos, Santiago, Plaza de Letras 2014). En abril de 2015 acaba de publicar El hombre nuevo, “un viejo proyecto que finalmente salió como libro”.