En esta nueva columna para Planeta Sostenible, Hernán Azócar nos habla desde Holanda sobre pequeñas acciones que traen grandes cambios. En este caso, la disminución en el uso de bolsas plásticas.
Ya es fin de semana y después de apagar el computador, me enfrento como siempre a la otra sequía creativa, a la página en blanco de todos los viernes, cuando has rotado el repertorio de recetas y solo quieres echarte en el sofá a ver tu serie favorita. Salvado por la campana, en ese momento, y como Deus ex Machina, aparece mi mujer, empapada por la lluvia y me golpea la ventana, mientras descarga las alforjas de su bicicleta. Hoy comemos guacamole me dice, desplegando los ingredientes asépticamente empaquetados sobre la mesa de la cocina: paltas chilenas, tomates italianos, ajos españoles, nachos mexicanos, y un Malbec mendocino, Gran Reserva. Un verdadero mentís culinario al monoculturalismo populista que avanza a galope tendido en el país de los tulipanes.
Una vez desempaquetado y en cuestión de solo minutos, el proyecto de guacamole ha dejado unos 40 gramos de poliuretano, polipropileno y PVC apilados sobre la mesa, como restos silenciosos de un almuerzo de astronautas.
Aunque aborrezco las matemáticas, imagino que si junto todo el plástico que unos 7,7 millones de familias estarán desempaquetando a esta hora en Holanda, la visión es terrorífica.
No es de extrañar entonces que la presión de los grupos ambientalistas para forzar a una reducción del envasado plástico sea cada vez mayor. Con todo, la Unión Europea no ha logrado encontrar una alternativa para los alimentos perecibles como frutas u hortalizas de estación, expuestos a agentes patógenos o contaminación, y el manejo de carnes y pescado, al que las estrictas normas de sanidad exigen un empaquetado hermético que contenga los fluidos.
Con ese volumen diario de desechos plásticos, la responsabilidad ambiental tiene algo de apostolado. Y no nos llamemos a engaño, que también hay gente que tira todo ese plástico a la basura, con los restos de su sushi o su paella take away.
La buena noticia es la estricta regulación al uso de bolsas plásticas, una normativa aprobada por el Parlamento Europeo en mayo de 2015 y que a menos de dos años de su introducción empieza finalmente a cambiar los hábitos del consumidor.
Actualmente y en promedio, cada ciudadano de la Unión Europea utiliza unas 170 bolsas de polietileno al año, sobre todo bolsas de plástico fino, que en gran parte van a parar a la naturaleza. Cada país miembro de la Unión decide si opta por su total prohibición o por desincentivar su uso, con un coste extra a cuenta del consumidor.
Holanda introdujo la prohibición de las bolsas desechables gratuitas en enero de 2016. Desde entonces y por recomendación oficial, las bolsas cuestan alrededor de 0,25€ (170 pesos). El objetivo es conseguir una reducción de las actuales 230 bolsas por persona al año a unas 40 en el 2021. Según datos de Mileu Centraal, la fundación estatal para el medio ambiente, cada año, se arrojan a la basura alrededor de 1,5 kg de bolsas de polietileno por persona.
Estas bolsas desechables de plástico fino, que constituyen el 90 % de las que se recibían gratis en cada compra, raramente son reutilizadas y terminan diseminadas en la naturaleza, sobre todo en los océanos. Se estima que en el 2010 más de 8 mil millones de bolsas acabaron en el mar, donde una vez desintegradas en partículas micro plásticas, pueden permanecer cientos de años con el consiguiente daño en la flora y fauna marina.
Sin eufemismos y en buen chileno, tenemos el mar hecho bolsa.
A manera de dato, un estudio reciente dirigido por Peter Ross, director del programa científico sobre contaminación del Acuario de Vancouver en Canadá, constató el hallazgo de 4000 partículas de micro plásticos por metro cúbico en las aguas del Estrecho de Georgia. Es prácticamente imposible establecer su procedencia, si su presencia se debe a la contaminación del plástico al deshacerse en los océanos o a nuestros desagües. Lo que está claro es que estas micro partículas se desplazan con las mareas una vez que llegan al mar.
La presión para la disminución de desechos plásticos ha llegado para instalarse, y en América Latina, países como Colombia, Argentina, México y Uruguay han introducido la medida, sea a nivel nacional o regional. En Chile, donde según el Ministerio del Medio Ambiente, se utilizan nada menos que 205 millones de bolsas “camiseta “al mes, solo Punta Arenas y Chile Chico se han sumado a la cruzada. Y algunos paladines anónimos de la tercera edad, jubilados que todavía van a la feria con su bolsa de malla, y que probablemente no han oído hablar jamás del guacamole.