¿Cómo acercar la lectura a los más jóvenes? ¿De qué modo leer ayuda el desarrollo de niños y niñas? ¿Y de qué forma nos hace una mejor sociedad? Conversamos con Lilia Concha, experta en lenguaje, sobre estrategias para mejorar los índices de lectura, el camino recorrido en Chile, y la irrupción de las nuevas tecnologías.
El pensamiento divergente, la creatividad, la imaginación, la estructuración de hábitos mentales, la conexión emocional y cognitiva. Estos son algunos de los beneficios que a juicio de la especialista chilena en lenguaje, alfabetización y literalidad inicial, Lilia Concha. “Un niño o niña recibe todo ese beneficio gracias al descubrimiento del leer como una experiencia gozosa. Esto resume la tragedia social que significa no tener garantizada para toda nuestra infancia la calidad de experiencias educativas que fomenten la lectura, como una actividad cultural plena de propósitos, sentidos y placer”, afirma.
Lilia Concha habla desde la experiencia, con una carrera que ha desarrollado tanto en el ámbito público como desde la academia. Encargada Nacional de Educación Básica del Ministerio de Educación desde el 2006 al 2010, luego fue Directora de la Escuela de Educación de la Universidad Alberto Hurtado (UAH) hasta el 2014, año en que asumió como Subsecretaria de Cultura. Actualmente ejerce nuevamente en la UAH como profesora de didáctica del lenguaje en la Escuela de Educación, en las carreras de pregrado, magíster en lenguaje y coordinación de Diplomado para profesores en Literalidad Inicial.
“El lenguaje escrito es una herramienta del pensamiento y de la comunicación consigo mismo y con los demás, nos contacta con la “otredad”, nos hace florecer la luz de la vida social”, señala Lilia Concha y agrega que un niño o niña que tiene la oportunidad de potenciar su lenguaje escrito, demuestra positivos efectos inmediatos y evidentes al incrementar vocabulario, sofisticar su sintaxis y organización del lenguaje, y con eso mejora la expresión de sus ideas.
Además, explica, la lectura permite acceder a saberes acumulados por la humanidad en el registro escrito, superando la inmediatez del tiempo y el espacio. “Permite abrir reflexiones para una mayor comprensión del mundo y su entorno, y junto con eso el niño y niña experimentan el hallazgo de su poder para transformar su entorno y aportar a la transformación de ese mundo”, destaca.
Frente a esto, considera que analfabetismo funcional (concepto adoptado por la UNESCO en 1978 para designar a aquellas personas que aun sabiendo decodificar letras, son incapaces de funcionar eficientemente en el mundo usando al lenguaje escrito como herramienta, presentan serias dificultades en la comprensión lectora y en la producción de textos) es una de las expresiones más graves del proceso de exclusión y de marginación social. Y es justamente por esto que la promoción de la lectura es, desde su perspectiva, un requisito imprescindible en cualquier estrategia de equidad e inclusión y por tanto un aspecto sustantivo en la mejora de la calidad educativa.
“Tener una ciudadanía alfabetizada y con hábitos lectores óptimos permite la distribución democrática del capital del conocimiento, posibilita que la persona pueda desarrollar habilidades para tomar decisiones eficaces como individuo y como integrante de la familia y de la comunidad. Crea y fortalece una conciencia reflexiva y crítica, mejora las posibilidades laborales (…), favorece además una ciudadanía formada e informada, con capacidad de participación, de seguimiento, vigilancia y fiscalización de los asuntos públicos”, enumera la experta.
Pero si la lectura es tan beneficiosa, ¿por qué en mediciones como el SIMCE de Lectura en segundo medio (2015), el puntaje promedio de los jóvenes chilenos experimentó una baja de cinco puntos? Una tendencia que había comenzado a mostrar este examen en 2010 y 2011 y que entre sus resultados, indica que la brecha alta en todos los estratos sociales.
A pesar de los esfuerzos que se impulsaron desde algunos programas públicos (P900, LEM, Programa de Educación Rural, PAC, entre otros), y de los cambios de enfoque declarados en el currículo de lenguaje vigente, a juicio de Lilia Concha, lamentablemente “nuestro sistema educativo sigue capturado por la idea de que la lectura es una secuencia de destrezas que se desarrollan por ejercitación, adiestramiento y automatización”.
Entre otros factores que han generado este poco interés en la lectura, explica, estaría el exceso de evaluaciones de velocidad lectora y de mediciones estandarizadas, que van empujando prácticas educativas que hacen un lamentable reduccionismo de la práctica lectora, dejándola disminuida a una actividad desprovista de sentido vital. “Niños y niñas necesitan descubrir lo significativo del acto de leer para su vida si queremos formar buenos lectores”, afirma y agrega que la autora Argentina Emilia Ferreiro tiene una gran reflexión que la escuela chilena ha olvidado: “todo lo que pasa dentro de la escuela es importante porque sirve fuera de ella y no al revés”.
Una solución, reflexiona, sería que la reforma educativa incorporara medidas que vayan más allá de lo sólo administrativo y financiero, repensando desde las bases “la escuela que queremos para el país que soñamos”. Un ejemplo de esto, destaca, es el movimiento desde UNA (Unión Nacional de Artistas), profesores y trabajadores de la educación que levantan la idea fuerza “Sin arte no hay reforma”, relevando de este modo que la calidad se juega en el tipo de experiencias de desarrollo que niños y niñas experimentan en sus escuelas, y no en el puntaje de una prueba.
Otro factor importante que podría determinar la baja capacidad lectora de los jóvenes chilenos, de acuerdo a Educación 2020, sería la falta de innovación en el aula. Lilia Concha concuerda: “En mi opinión esto ocurre en parte por falta de herramientas didácticas en algunos profesores, pero muchas veces aun teniendo estas herramientas y conocimientos pedagógicos los docentes no cuentan con los tiempos para el diseño de las estrategias o con las condiciones básicas para poder implementarlas”.
¿Y cuáles serían estas condiciones? Entre otras, más tiempo no lectivo para que el profesor destine a la reflexión y organización de la enseñanza y trabajo en equipo; presencia de bibliotecas en la sala de clases; optimización en el uso del CRA (Centro de Recursos para el Aprendizaje) e involucramiento de todo el colegio y la comunidad, incluyendo la familia, en campañas de animación a la lectura. “Pero si la escuela se ve presionada y tensionada por los puntajes y los ranking, con equipos docentes con insuficientes horas de trabajo para innovar y planes de acción en las escuelas donde prima el entrenamiento en torno a ciertas áreas del currículum en desmedro de otras, entonces no vamos en la dirección correcta”, comenta la docente.
El Plan Lector en Chile
Como una forma de apoyar esta nueva mirada hacia la lectura y la educación, mientras Lilia Concha fue Subsecretaria de Cultura, en un trabajo conjunto con Regina Rodríguez, Secretaria Ejecutiva de la mesa del libro del Consejo de la Cultura (CNCA), se actualizó la última y actual política de fomento lector vigente en Chile. Una política del libro, que incluye entre otras cosas el Plan Nacional de Lectura.
“Este trabajo se sostiene sobre todo el valioso acumulado de los planes de lectura anteriores, pero incorpora el plus de participación activa de los actores más relevantes desde la industria del libro, los escritores, la educación, editoriales, fundaciones, entre otros”, menciona y destaca que hoy tenemos escuelas con un notable estándar en sus Centros de Recursos de Aprendizaje, que incluyen bibliotecas escolares, financiamiento en los fondos del libro para desarrollar líneas educativas y de promoción de la lectura a nivel escolar, además de una mayor incorporación de los aspectos multi e interculturales.
Claro que falta un buen camino por recorrer para lograr un cambio de mirada sobre la lectura en Chile. Entre otros puntos, Lilia Concha cree que además de mejorar el acceso a los libros (por ejemplo, la discusión sobre eliminar o no el IVA en estos productos), habría que incorporar a la cotidianeidad de la vida de los chilenos al libro como un objeto cultural de primera necesidad. “Eso exige instalarlo en espacios no convencionales, pero que representan muchas veces los lugares privilegiados para estimular la lectura, por ejemplo: consultorios, medios de transporte público, incorporar a la entrega de la vivienda social la biblioteca familiar, en las sedes sindicales la biblioteca obrera y para trabajadores y trabajadoras, en los estadios y eventos deportivos”. En esa línea, destaca, en el Plan Nacional de Lectura hay iniciativas interesantes como la “Caleta de Libros” instalada en las playas de Cartagena y Arica durante el verano 2015.
Pero no todo depende de las políticas públicas o de los establecimientos educacionales. Fomentar la lectura, especialmente en los más pequeños, es una labor que también recae en las familias. “Crear clubes de lectura con los padres, asociados a temas de interés y que impacten sobre sus vidas puede ser un punto de partida para sumarlos al esfuerzo en el hogar, que permita que sus hijos se transformen en lectores gozadores y habituales”.
En esta labor además, la tecnología puede ser un importante apoyo, ya que, explica, hay que considerar que el libro como objeto cultural ha diversificado sus formatos. Hoy en día existen libros digitales, textos multimodales, acceso a Internet y redes sociales, por lo que, destaca, más que rechazar las nuevas tecnologías es necesario ponerse al día con nuevas estrategias lectoras. “Creo que en la humanidad el temor a los cambios acompaña cualquier trasformación y eso nos lleva a levantar todo tipo de aprensiones prejuiciosas. Por cierto la irrupción de las tecnologías diversifica los formatos y con ello las formas de leer, pero eso no tiene por qué significar una pérdida, por el contrario, en mi opinión puede ser una significativa ganancia”, asegura.
En ese sentido, agrega, cada tipo de texto responde a una necesidad de comunicación, a un propósito comunicativo distinto. “Ningún medio se descarta, todo suma para aumentar el repertorio de registros y maneras de leer”, dice y concluye: “Me atrevería a señalar que la tecnología y su masividad es un elemento que facilita y democratiza el camino al lenguaje escrito. Hoy más personas pueden acceder a la lectura de textos informativos, a libros de literatura universal, a pequeños o grandes textos, variados en su tipología y género. Simplemente por tener Internet está mucho más a la mano de cualquier ciudadano común el saber universal acumulado por la humanidad a través de los siglos (…) ‘Cambia todo cambia…’ y eso abre caminos y oportunidades”.