Tres millones de toneladas de basura, entre otras situaciones, son las que genera la llamada obsolescencia programada de los teléfonos inteligentes. Un tema que Hernán Azócar aborda en esta nueva columna.
La historia es conocida. El hasta solo un año y medio flamante smartphone de la manzanita mordida o el androide te abandonan en el momento menos esperado, cuando te llaman del colegio de tu hijo para decirte lo que no alcanzas a oír porque la pantalla se va a negro o te falla cuando más lo necesitas para encontrar esa dirección endemoniada en Google Maps. Y cada vez más seguido. El ícono de la batería empieza a parpadear y al paciente hay que conectarlo con urgencia al respirador.
¿Obsolescencia programada? Naturalmente. Aunque las opiniones difieren, según vengan del fabricante, de las asociaciones de consumidores o del mero conocimiento empírico del usuario. Lo cierto es que una de las características de la cultura del teléfono móvil es justamente la primicia, la novedad y el alarde. Siempre habrá quienes esperen con ansia la aparición de un modelo más bonito, más barato y más potente. -Es como el huevo y la gallina- dirán los fanáticos que acampan la noche frente a las puertas de la tienda oficial para comprar el último modelo de la marca.
Datos de aguafiestas
De un nuevo informe de Greenpeace se desprende que el último decenio ha tenido grandes consecuencias para el medio ambiente. Por esta razón la organización no gubernamental viene abogando hace rato por la manufactura de dispositivos de mayor duración.
Desde 2007 hasta la fecha, se han producido unos 7,1 mil millones de teléfonos inteligentes en el mundo entero. Tal cifra supone un consumo de energía que iguala al gasto anual de toda India. Este volumen de fabricación es directamente proporcional a la cantidad de teléfonos dados de baja, que constituyen una parte importante de los desechos electrónicos.
El Global E-Waste Monitor (Monitor Global de Desechos Electrónicos de la Naciones Unidas) establece que ya en el 2004, los dispositivos electrónicos pequeños, entre los que se incluyen los teléfonos, generaban más de 3 millones de toneladas de basura. Lo más grave es que se recicla apenas un 16% de todos los desechos electrónicos.
Modelo Circular
“Si todos los teléfonos producidos en los últimos 10 años todavía funcionaran, cubrirían la demanda de todo el planeta y cada persona contaría con uno.”, sostiene Elizabeth Jardim de Greenpeace EE.UU. “A los consumidores se les estimula a renovar constantemente sus modelos, y un aparato es usado generalmente por un período de dos años”.
Si se tiene en consideración toda la energía y los materiales utilizados en la producción de teléfonos inteligentes, la corta vida útil y el bajo grado de reciclaje son para la organización ambientalista sencillamente inaceptables: “No se puede continuar de esta manera. Necesitamos dispositivos de larga duración. Es hora de que las empresas adhieran a un modelo de producción circular”.
De acuerdo a las proyecciones de la industria, hacia 2020, nada menos que 6,1 mil millones de personas dispondrán de un teléfono inteligente, lo que equivale a aproximadamente a un 70 por ciento de la población mundial.