Por Hernán Azócar, desde Holanda.
“¡Rábanos frescos, lechugas recién cosechadas, aproveche de llevarlas ahora al mejor precio!” El espíritu comerciante está en el mismo DNA de los holandeses, pero esta vez el pregón vendedor de los niños de la escuela Binnenmeer tiene más que ver con el entusiasmo y el orgullo de celebrar una actividad que involucra cada año a todo el sexto básico de esta escuela situada en la localidad de Uitgeest, al noroeste de Ámsterdam.
Aunque el origen de los huertos escolares se remonta a 1925, son cada vez más los colegios que incorporan un proyecto de horticultura a sus actividades extra programáticas. Y la escuela Binnenmeer goza de una situación privilegiada, con una franja de terreno lo suficientemente grande como para cultivar zapallos, lechugas, tomates, betarragas, rábanos, porotos verdes, ciruelas, manzanas, hierbas aromáticas y más.
El proyecto involucra a los 30 niños del sexto básico que cada viernes se turnan en grupos de 10 para participar por alrededor de una hora en cada fase del ciclo que incluye preparación y limpieza del terreno, siembra, mantenimiento y riego y finalmente la cosecha, que finaliza en una venta promocionada en el boletín online del colegio y que los niños realizan con un stand montado en el mismo patio escolar.
Según Tom Verveer, el apoderado conductor del proyecto, además de lo entretenido que resulta plantar, cuidar y ver crecer una semilla, la idea del huerto escolar es un recurso didáctico que ofrece un contrapeso natural a la creciente digitalización en la vida moderna; la escuela Binnenmeer implementó con éxito el uso de tablets y pizarra interactiva en la sala de clases y en ese contexto, las prácticas de horticultura promueven el contacto con la naturaleza y apuntan a objetivos transversales relacionados con el medio ambiente, el consumo sustentable y la alimentación saludable.
El proyecto incluye la creación y mantenimiento de composts, plantación de árboles frutales e incluso hoteles para insectos; unos paneles verticales agujereados que cuelgan a un par de metros de los ciruelos y que alberga moscardones, escarabajos y toda clase de bichitos.
El ciclo del huerto escolar se inicia en marzo, con la limpieza y preparación del terreno y clases teóricas presentadas en Powerpoint, y se extiende hasta noviembre, hasta la última cosecha de choclos y zapallos. Y los niños, que acaban de empezar el séptimo básico, cierran su temporada con la venta de sopa de zapallo, uno de los platos típicamente invernales de la cocina holandesa.
En el otoño 2015, los niños llegaron a cosechar nada menos que 50 kilos de zapallos.
El huerto escolar de la Binnenmeerschool existe hace cinco años y se inició con un aporte del colegio y donaciones de herramientas de parte de particulares y apoderados. Para alegría de los niños, junio es tiempo de cosecha y con el sol del mediodía, padres y amigos del colegio se disputan las verduras y hortalizas frescas que se llevan por menos de la mitad de lo que pagarían en el supermercado.
La recaudación de las ventas se destina a la compra de semillas e insumos y el objetivo próximo de Tom Verveer, Hans Welders y los niños del grupo seis es optar por las semillas orgánicas, considerablemente más caras, incluso para un huerto escolar holandés.
*Texto y fotografías de Hernán Azócar.