Columna de Necul Painemal Morales, Profesor de Educación General Básica, Magíster en Letras, Dr.(c) en Lingüística, Unicamp-SP, Brasil.
El hombre es un animal que habla, es la definición de Aristóteles sobre el hombre. La palabra se encuentra en el límite del universo humano pues caracteriza fundamentalmente al ser humano y lo distingue del animal.
En la primera infancia las diferencias entre un pequeño simio y un bebe humano no son muy diferentes es lo que nos indican los estudios e investigaciones de los procesos cognitivos. El desarrollo de la percepción, de la aprehensión manual de los objetos, el juego con los adultos es desarrollado de manera similar, hasta que en un dado momento, cerca de los dieciocho meses, el progreso del bebé humano torna imposible continuar con la comparación con el pequeño mono debido a la capacidad que tiene el hombre de sobrepasar los límites de la vida animal al entrar al mundo del símbolo.
Podemos afirmar sin embargo que los animales también tienen un lenguaje. Pero la naturaleza de esa comunicación no se compara a la revolución que el lenguaje humano provoca en la relación entre el hombre y el mundo. A pesar que existen muchos modos de conocer el mundo como el mito, el arte, la ciencia, cada uno de ellos con sus lenguajes específicos, es a través del lenguaje verbal que mejor se manifiesta el pensamiento abstracto, que hace uso de las ideas y conceptos generales.
Es interesante el estudio del “lenguaje“ de las abejas que danzando “comunican” a las otras abejas donde encontrar el polen. Podemos decir en relación al perro que ellos expresan algún tipo de reconocimiento de voces y palabras y da señales que pueden ser interpretadas como un lenguaje. Cuando mueve la cola o gruñe y muestra los dientes, el perro nos dice cosas, y cuando decimos “vamos a pasear” el perro nos espera alegremente en la puerta.
En el ejemplo de las abejas, reconocemos un lenguaje programado biológicamente, idéntica en la especie. En el ejemplo del perro, la manifestación el animal no hace uso de palabras. En cuanto a entender lo que el amo del perro dice, eso se debe al adiestramiento, y los resultados son mecánicos, rígidos, generalmente obtenidos mediante el aprendizaje por reflejo condicionado.
La diferencia entre el lenguaje humano y el del animal está en el hecho de que el animal no conoce el símbolo, sino solamente el índice. El índice está relacionado de manera fija y única con la cosa a la que refiere. Por ejemplo, en las frases con que adiestramos un perro deben ser siempre las mismas, pues son índices, esto es, indican alguna cosa muy específica.
Por otro lado el símbolo es universal, convencional, versátil y flexible en cambio el lenguaje animal solo es una adaptación a una situación concreta. El lenguaje humano es una forma abstracta. Es a través de la palabra que somos capaces de situarnos en el tiempo, al recordar lo que ocurrió en el pasado y anticipamos el futuro con el pensamiento. Mientras que el animal vive siempre en el presente, las dimensiones humanas se amplían para más allá de cada momento.
Es por eso que podemos decir que el animal tiene inteligencia ella es concreta. En cambio el ser humano tiene una inteligencia abstracta.
Si el lenguaje por medio de la representación simbólica es abstracto, permite el distanciamiento del ser humano en relación al mundo y también es aquello que le posibilitará su retorno al mundo para transformarlo. Por tanto, si no tiene la posibilidad de desarrollar y enriquecer el lenguaje, el ser humano se vuelve incapaz de comprender el actuar sobre el mundo que le rodea.
Ya podemos ver en la literatura que la pobreza de vocabulario perjudica la toma de conciencia de la explotación a la que puede estar sometido y la intuición que se tiene de ese hecho, percibir lo injusto de la situación no es suficiente para ayudar a reaccionar de otro modo.
Un ejemplo de ello está en el libro “1984” de George Orwell, en cuya historia y argumento se muestra un mundo dominado por el poder totalitario en el que una de las formas y tentativas de apagar la oposición crítica al poder consiste en la simplificación del vocabulario que se hace a través de la “novilingua”. Toda la gama de sinónimos es reducida cada vez más, entonces reduciendo las palabras se llega a una pobreza en el hablar, a una incapacidad de la persona de poder expresar sus reclamos con palabras, existe también una pobreza en el pensar, lo que lleva finalmente a una impotencia en el actuar.
Si la palabra que distingue al ser humano de todos los seres vivos se encuentra debilitada en la posibilidad de expresión, es el propio hombre que se deshumaniza.
Cultura y humanización.
Si el contacto que el ser humano tiene con el mundo es intermediado por los símbolos, la cultura es el conjunto de símbolos elaborados por un pueblo en determinado tiempo y lugar. Dada las infinitas posibilidades de simbolizar, las culturas de los pueblos son entonces múltiples y variadas.
La cultura es entonces un proceso de auto liberación progresiva del ser humano, si pensamos que mientras más variada y avanzado sea el producto cultural elaborado, el ser humano es más libre de las ataduras de su estado material, lo que lo caracteriza como un ser de mutación, un ser de proyecto que se hace en la medida que la trasciende y que ultrapasa su propia experiencia. He ahí la gran importancia de la palabra humana, siendo la expresión de su ser interior que se refleja en lo que conocemos con la definición de lengua. La lengua humana, como ya se ha establecido, es un sistema de signos simbólicos convencional y arbitrario, convencional porque una sociedad se ha puesto de acuerdo para que determinada emisión de sonidos tenga una significación compartida, y que en sus inicios progresivamente fue estableciendo un sistema adecuado y funcional.
Ahora, una vez que esa lengua y sus símbolos fue establecido, ella es la que impone su dominio a esa misma sociedad, y no podemos expresar nada si no estamos dentro del sistema que la misma lengua impone, una vez que una sociedad ya tiene su lengua, todos aquellos miembros que nacen después están sometidos a ella, y de la que no pueden desviarse so pena de ser considerados enfermos disléxicos.
Lenguaje y pensamiento
Considerando que el ser humano es un ser que habla y la palabra es la seña de entrada al mundo humano, examinaremos mejor el lenguaje específicamente humano.
Planteamos que el lenguaje es un sistema simbólico, y el ser humano es el único animal capaz de crear símbolos, es decir, crear signos arbitrarios en relación al objeto que representan y por eso mismo son convencionales, o sea, son dependientes de la aceptación social. Tomemos por ejemplo, la palabra casa, No existe nada en el sonido ni en la forma escrita que nos remita al objeto por esa palabra representada (a cada casa que existe concretamente en lo real). Designar ese objeto con la palabra “casa” entonces es un acto arbitrario. A partir del momento en que no hay ninguna relación entre el signo casa y el objeto por ese signo representado, necesitamos de una convención que sea aceptada por la sociedad, la de que aquel signo representa aquel objeto. Y es solo a partir de esa aceptación que nos podremos comunicar, sabiendo que todas las veces que usemos la palabra “casa”, nuestro interlocutor entenderá lo que queremos decir.
El lenguaje por tanto es un sistema de representaciones aceptadas por un grupo social que posibilita la comunicación entre los integrantes de ese mismo grupo.
De ese modo entonces, en la medida en que ese lazo que existe entre representación y el objeto representado es arbitrario, el es necesariamente una construcción de la razón, es decir es una invención del sujeto para poder aproximarse de la realidad. El lenguaje entonces es el producto de la razón y solo puede existir allí donde exista racionalidad.
El lenguaje es de ese modo uno de los principales instrumentos en la formación del mundo cultural pues ella es la que nos permite trascender nuestra propia experiencia. Desde el momento en que le damos un nombre a cualquier objeto de la naturaleza, nosotros lo individualizamos, lo diferenciamos del resto de las cosas que le rodean, él pasa a existir dentro de nuestra conciencia. Con el simple acto de nominar nos distanciamos de la inteligencia concreta animal que está limitada al aquí y ahora y entramos al mundo de lo simbólico. El nombre es el símbolo de los objetos que existen en el mundo natural y de las entidades abstractas que solo tienen existencia en nuestro pensamiento, como son las acciones, los estados, las cualidades como la tristeza, la belleza, la libertad.