Mujer, espacio público y empoderamiento – Planeta Sostenible

Mujer, espacio público y empoderamiento

Una mirada joven con respecto a la mujer y su espacio, escrita por la chilena Emilia Larraechea, alumna de 4º medio.


En este artículo me referiré a la actual situación de la mujer dentro del espacio público, pero antes ¿Qué es el espacio público? Ya que parece serlo todo y nada, bueno el espacio público según distintas definiciones es el lugar donde cualquier persona tiene el derecho a circular, en paz y armonía. Es un espacio de imparcialidad, universalidad, libertad e igualdad. La verdad es que dicho de esta forma pareciera ser un lugar ficticio, un invento que está lejos de lo que comunmente vemos en los espacios comunes, así que usaré una definición que me pareció mucho más atingente: el espacio público es el espacio cuyo suelo es de propiedad pública, vale decir plazas, carreteras y la calle.

Bueno, y por qué la mujer y no el hombre, por qué la mujer y no la delincuencia en el espacio público, capaz la delincuencia sería un tema que tendría mucha más adhesión popular. De hecho, actualmente se puede observar que tanto este tema como el del acoso callejero, han pasado a ser vistos como una histeria más de la mujer del siglo XXI, que ya no encuentra sobre qué más alegar, ni qué derecho más reivindicar que el que las paren de piropear. Pero ¿por qué no es de histérica ni de “feminazi” el enrabiarse por el hostigamiento en el espacio público?

Porque a lo largo de la historia, efectivamente el espacio público ha sido el lugar de marginación y discriminación hacia la mujer. Hace ya muchos años, no era el “piropo”, si no que la mujer simplemente no pertenecía a la esfera de lo público, no se mostraba en ésta, ya que el espacio que le correspondía era el privado, el del hogar. Al no estudiar, ni trabajar estaban prácticamente encerradas dentro de sus casas, ya que el espacio público era el lugar de despliegue de toda la creatividad e inteligencia masculina, ellos estudiaban, trabajaban, decidían el curso de sus vidas, del país, de los modelos de pensamiento e incluso el curso de la historia. Pero por otra parte, la mujer se limitaba al curso de la vida en el hogar, a la crianza de sus hijos, manteniéndose en el sumo anonimato.

Pero luego, las sociedades van evolucionando, las mujeres van tomando conciencia de su poder y de sus derechos, van saliendo paulatinamente de la esfera privada, para incorporarse a la pública. En esto, las culturas se diferencian y hoy tenemos por ejemplo la cultura oriental, donde el espacio público es lugar de máxima expresión de la violencia y discriminación hacia la mujer, es en tal espacio en donde la mujer debe salir con burka, esconder su cuerpo, ya que éste puede ser provocador para el sexo masculino, en algunos países no pueden manejar, en otros incluso no pueden andar en bicicleta y nosotros externos a tal cultura, miramos con ojos compasivos y un poco de aire de superioridad, “ooh pobres mujeres”, qué terrible es la sociedad de la que forman parte, en cambio, nuestra cultura occidental es el himno de la libertad. Yo puedo andar en bikini por la calle y camino dos cuadras y puedo ver a una mujer voluptuosa con ese mismo bikini adornando una botella de cerveza más grande que ella. Así de libres somos, el creador de tal anuncio es libre para usar el recurso que se le plazca, pero ¿por qué tal recurso, por qué tal piropo, es incluso igual de violento y represor que el andar con burka? Porque conducen a lo mismo.

Porque a ver, vamos por partes, ¿cuál es el problema de la burka? En mi opinión, es el acto de esconder el cuerpo por verlo como un potencial provocador para el género masculino y también el impedir el completo despliegue de la mujer como un individuo integral que trasciende su cuerpo. Pero tenemos el caso occidental y la historia es parecida, cada vez que yo agacho la cabeza, me sonrojo, camino más rápido al escuchar un supuesto “piropo”, inconscientemente estoy avergonzándome e incomodándome con este cuerpo, por ser un potencial provocador del género masculino y capaz con el tiempo voy a terminar escondiéndolo, usando un buzo o pantalones mas largos, incluso podría dejar de caminar sola por la calle, no movilizarme y volver al siglo XIX, encerrándome en mi esfera privada, y ¿cómo culparme por no querer vivir una instancia de acoso constante?

Entonces tenemos el mismo mensaje dicho de dos formas, solo que uno es más explícito que el otro. Uno es por ley debes esconder tu cuerpo, y el otro es, eres libre de vestirte como quieras pero si no escondes tu cuerpo, éste podrá ser vulnerado, en consecuencia, te conviene esconderlo.

Pero bueno, mi intención no es hacer una crítica lastimera hacia la triste condición de las mujeres en nuestra sociedad machista y violenta, mi intención es, invitarlas al empoderamiento, y ¿dónde entra el poder en todo esto?, en mi opinión la problemática de la mujer en el espacio público está fuertemente relacionada con dos conceptos: el del derecho y el del poder.

Este es un tema de derecho, porque a mi modo de ver con esta problemática entran en conflicto dos de éstos, el del agente vulnerador y el del agente vulnerado. Hoy en día en nuestro país se puede constatar que ciertos hombres han adquirido la práctica de opinar, hostigar e incluso abusar del cuerpo de la mujer. ¿Y qué tiene que ver esto con los derechos? Con que cada vez que yo escucho un “rica”, una bocina, un gesto, o frases incluso mas degradantes dentro de este espacio público, estoy recibiendo un mensaje implícito sobre que tal persona tiene derecho a opinar sobre mi cuerpo, reducirme a éste e incluso en un momento posterior a abusar o hacer uso de éste, mi cuerpo, que por derecho debiera pertenecerme.

Es importante mencionar este tema, porque las vulneraciones a la mujer en el espacio público no tienen que ver solamente con el acoso callejero, porque no es una paranoia mía, o de muchas, el creer que un piropo pudiera convertirse en algo más, porque no es una alucinación mía el que se cometan al día más de 34 abusos y 17 violaciones en mi país (cabe decir que éstas son las violaciones denunciadas, que corresponderían a menos de un cuarto de las que realmente ocurren), y esto es sin contar también los 16 femicidios ocurridos en lo que llevamos de año. Todo esto es una realidad, realidad que nos sirve para constatar que reiterada y sistemáticamente se están vulnerando los derechos fundamentales de la mujer, como el derecho a la vida, o el de no ser sometida a torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes, como lo sería una violación, o el derecho fundamental de la mujer a una vida libre de violencia.

Y es en el espacio público, que sería como “EL” lugar al que toda persona por el hecho de vivir en sociedad le debiera pertenecer, en donde se está produciendo la violencia. Es por todo esto que tiene que ver con el derecho.

¿Y por qué con el poder? El poder alude al dominio sobre algo o alguien, pero en este caso, me refiero al poder como un proceso, a empoderarnos, a como individuos sentirnos con el poder para apropiarnos del espacio público, espacio que nos pertenece. Y a qué me refiero con empoderarnos, al contrario de lo que muchos creen no es poder sobre otros, me refiero, y aquí ocuparé la definición de la ONU Mujer para el empoderamiento, que es el poder con otros, con mujeres y hombres que quieran movilizarse por la causa común de terminar con la disparidad de género, poder para  transformar las estructuras e instituciones que constriñen a las mujeres, y por último poder desde dentro, es decir, desde cada una, para que tomemos conciencia sobre nuestra situación y aumentemos la confianza en nosotras. Como ya decía Mary Wollstonecraft en el siglo XVIII: “No deseo que la mujer tenga poder sobre los hombres, si no sobre ellas mismas”.

Así que mi real intención con este artículo es que para la próxima vez que vivamos el acoso callejero tengamos el poder primero desde dentro para saber que no es nuestra culpa, que no es por el corto de mis shorts, que tenemos la confianza y derecho para increpar a este agente acosador y vulnerador de mis derechos, luego manifestar nuestro poder con mis compañeros y compañeras, hablar al respecto, expresar nuestro malestar, movilizarnos. Por último poder para que existan las instancias e instituciones a las que yo pueda acudir para que penalicen actos degradantes contra la mujer, todo esto con el fin de hacerme cargo de este, mi espacio público. Ser parte de él, sentirme libre dentro de él, para que éste pueda ser llamado como tal, un espacio realmente público, de todos, en donde se cumpla la definición que dí en un principio: “Lugar de imparcialidad, universalidad, libertad e igualdad”.

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