por Juan Francisco Bascuñán
Cuando leo por primera vez el manuscrito de Valeria Solís, lo primero que me llama la atención es la forma simple y honesta con que aborda temas tan complejos como: la interdependencia entre todas las cosas; el otro lado; el alma familiar; los maestros espirituales; el alma de las plantas maestras, etc.
Tan sorprendente como esto, me fascinó la humildad y falta de pretensión con que hablan sus entrevistados. A pesar del conocimiento y poder personal que poseen, no estaba el ego eclipsando la lucidez, cosa que muchas veces ocurre…Mas bien estaba acá la generosidad de hombres y mujeres dispuestos a ayudar a otros en su camino de sanación espiritual, y de avanzar en algo mas difícil aun: “intentar hacer visible lo invisible…”
Luego volví a reflexionar y me di cuenta que en realidad los caminos de sanación espiritual son mucho más simples de lo que uno acostumbra a pensar.
El estado de conciencia absoluta “uno sin segundo” como lo llama el Upanishad (libro sagrado hindú) , vive con nosotros.. dios, brama… de alguna manera, somos nosotros.
Estos nos confunde un poco pues estamos deformados religiosamente en el sentido que siempre se nos ha dicho que dios esta afuera de nosotros y debemos alcanzarlo…Pero parece que esto es un error mayúsculo.
Si debemos salir de nosotros para alcanzar algo superior significa que en el lugar en que estamos, no existe el absoluto y, el lugar al que vamos, sí está…
Sin embargo no puede haber un lugar donde no esté la totalidad.
Luego, no podemos alcanzar nada por la simple razón de que no podemos escapar de él.
Como dice Ramana Maharshi (maestro hindú contemporáneo):
“no se puede alcanzar el ser!!!
Si se pudiera alcanzar el ser,
esto significaría que el ser no se encontraba aquí y ahora,
sino que hay que obtenerlo.
Lo que se obtiene de nuevo se volverá a perder.
así que no sería permanente.
No vale la pena esforzarse por aquello que no es permanente.
Así, yo digo que no se alcanza el ser.
Tu eres el ser; ya los eres”.
El absoluto, la mente de Buda, el verdadero ser, no puede alcanzarse;
ya que alcanzar la unión con el absoluto implica la unión de dos cosas
y en realidad al parecer solo existe una: “uno sin segundo”.
Pero se preguntarán ustedes porqué traigo a colación el estado de unidad o identidad suprema a la presentación de libro de Valeria?
Porque en la base de los problemas que describe Valeria en el texto o que son comentados por sus guías, existe de alguna forma una interferencia con ese estado de unidad antes descrito.
De alguna forma y aquí sigo al siquiatra Claudio Naranjo, las sicopatologías (culpas, miedos, angustias, pánicos) dicen relación con un proceso de degradación de la conciencia (o estar menos consciente) un proceso de desarrollo sicológico degradado que en términos espirituales puede asimilarse a la caída o a la expulsión del paraíso.
El gran problema de esa degradación es que el sujeto es ciego a su carencia, o de otra manera es ciego a su ceguera al punto de creerse libre.
Ese, es el estado de sueño del que tenemos que despertar pues la degradación de conciencia, es degradación de motivación.
Este estado de degradación generalmente nace de nuestras estrategias adaptativas de niños, para defendernos del medio, entonces poco a poco la energía que nos habita y mueve es empezada a ser dirigida por “la estrategia aprendida y no por la intuición”.
La interferencia entre estas estrategias adaptativas automáticas y la intuición, impiden generar respuestas ricas, nuevas y creativas, nos empiezan a alejar del Plan Divino y como consecuencia deviene el malestar, la ansiedad, la angustia el sobre control, que muchas veces se expresan finalmente en enfermedades físicas.
Estos modelos de respuestas automáticas son semi-ciegas: no consultan a la totalidad del alma para actuar y su principal consecuencia es afectar la intuición, el sentido común o el habla del corazón.
O de otra forma, afecta esa confianza básica en ser uno mismo y en la naturaleza humana, esa naturaleza que entregada a su suerte, libre de interferencias, solo nos puede llevar a un lugar bueno y sanador, un lugar de espacio e integración de todos los aspectos de la personalidad.
Claudio Naranjo llama a esa forma de estar en el mundo, autorregulación organísmica: un vivir desde dentro más que desde afuera, léase: vivir por obediencia a la obligación o vivir en torno a la preocupación por la autoimagen.
Vivir autorregulado es orientarse más por la intuición, que por la razón. Aquí hay una misteriosa fuerza que se abre camino a través de impulsos espontáneos y fenómenos de sincronicidad a los que es mejor ceder y respetar en lugar de imponer la tiranía de la voluntad y el control como únicos sistemas de orientación…y lo más sorprendente es que la autorregulación organísmica proveniente de la terapia de la Gestalt presenta mucha similitud con el corazón de una corriente de pensamiento chino desarrollada 4 siglos antes de Cristo: el taoísmo.
Lao tzu decía:
“el tao nada hace y sin embargo nada queda sin hacer”
Se trata de no forzar, seguir la corriente, orientar las velas con el viento, seguir la marea en su fluir y adaptarse para conquistar. Esto se encuentra muy bien ejemplificado en el Aikido en donde el oponente es derrotado por la fuerza de su propio ataque.
Seguir la corriente del tao es una forma de inteligencia, o sea una forma de conocer los principios y estructuras de las cuestiones humanas y naturales tan bien, que uno utiliza la menor cantidad de energía para ocuparse de ellas. No es solo una inteligencia intelectual, es también una inteligencia inconsciente de todo organismo y en particular la sabiduría innata del sistema nervioso.
En este contexto, la inteligencia a que alude el tao existe en todos nosotros, es capaz de superar las interferencias con la intuición y ayudar a liberarnos de las cadenas de nuestra formas automáticas y sesgadas de actuar.
Por ello muy acertadamente Claudio Naranjo expresa:
“visto así, en toda raíz de una sicopatología existe un vacío existencial, un oscurecimiento del ser sobre el cual se apoya y ello trae un corolario lógico: la inseparabilidad entre la enfermedad y el proceso de iluminación”.
Y de esto habla el libro de Valeria, de estos caminos que no son solo los de la sicología conductual, la sicoterapia o la religión.
Valeria en sus experiencias y en sus entrevistas aborda un espectro de la conciencia más profundo…el de la identidad suprema. Y lo hace con la simpleza del tao, dejándose llevar por la corriente.
Con ello, Valeria no descarta otros caminos, pues todos son válidos dentro de su nivel … la conciencia no es unidimensional y cada terapia debe actuar en el ámbito que le corresponde. Si el tao o el zen nos ayudad a despertar….la sicología tradicional nos puede ayudar a que el sueño que vivimos no se convierta en una pesadilla.
Muchas gracias.